Primo de Rivera, otro de los dictadores españoles que hemos sufrido, las derrocó en vísperas de la Exposición Internacional de 1929. Cuatro barras construidas en piedra y que simbolizaban Cataluña, fueron consideradas como un monumento que no podía ser mostrado al mundo…
Las columnas de Puig y Cadalfach se sitúan en el centro del universo de su infancia.
Paula no sabía el significado de las cuatro barras construidas en piedra, tampoco nunca se lo preguntó, no le hizo falta, lo sentía. Corría entre ellas, escribía con tiza su nombre en la piedra y se ocultaba entre las sombras que proyectaban al atardecer. Aquellas columnas eran el símbolo de su hogar, la frontera de su mundo conocido., su familia, su inocencia.
A pesar de ello, llegó un momento en que representaron todo aquello que a la vez rechazaba: su infancia y la limitación. Limitación de traspasar fronteras y de conocer un mundo que intuía mucho más allá de las cuatro barras jónicas.
Ávida de experiencias, se come la vida como si se tratara del último bocado y, siendo una niña, abandona el escenario de su infancia, se olvida de las columnas y entrega su juventud a un sueño: La defensa de los derechos de la mujer.
No somos iguales a los hombres y, orgullosa por ser mujer, deseaba y luchó siempre con la palabra, por una esperanza: Llegará un día en que mujeres y hombres se miren frente a frente, con los mismos derechos y deberes.
Pero, la guerra truncó ilusiones, la vida y el futuro de una generación y, como otros muchos catalanes y españoles, tuvo que marchar de su tierra.
Oculta por las sombras de una ciudad destrozada por las bombas, y como si fuera una delincuente, Paula huyó de su querida Barcelona para salvar la vida.
Pasan 30 años cuando Paula, camuflada con un apellido francés, puede regresar por un breve tiempo a su ciudad. El exilio no ha marchitado la esperanza de que sus sueños algún día sean realidad, ni ha minado la curiosidad que le despiertan las pequeñas cosas. Las muertes que ha sufrido en su camino, no le impiden emocionarse cuando escucha una melodía del pasado, o cuando recorre las viejas calles que la vieron crecer.
Marina, su sobrina adolescente la acompaña por una ciudad que ha comenzado a olvidar y Paula le explica un sueño recurrente.
En una estación hay un tren que arranca. Ansiosa, descalza y en camisón, corre. Paula corre, necesita subir a ese tren, pero, el tren marcha sin ella y, noche tras noche, durante largos años, pierde el tren de sus sueños. Marina la escucha y calla. Intuye el significado pero, no quiere herirla.
Recorriendo los escenarios de su infancia, Paula descubre un vacío. Las cuatro columnas de piedra donde jugaba en su infancia, no existen. ¿Qué ha pasado con ellas?
Recorren bibliotecas, preguntan a conserjes, a vecinos del barrio, pero la memoria colectiva de los barceloneses parece haberse borrado al igual que las cuatro columnas que Paula recuerda y se convierten en una obsesión.
Un tren retorna a Paula a su nuevo hogar y mientras se despiden, le encarga a Marina unos deberes: Averiguar el destino de las columnas de Montjuïch.
La joven reconstruye no solo la historia de las columnas, sino también las de su origen y la de su ciudad.
Pepa Carpena Amat, el personaje en quién me inspiré para crear a Paula, murió el año 2005. Nunca supo el destino de “sus columnas”. Nunca supo el significado de aquella senyera de piedra. Nunca supo que un día escribiría esta novela y nunca sabrá que en diciembre del 2010, las cuatro barras han vuelto a su lugar, restituyendo una parte de la memoria histórica que algunos han insistido en derrocar.
Las columnas de Puig y Cadalfach serán siempre para mí, las columnas de Paula, la columnas de Pepa, las columnas de MUJERES EN LA SOMBRA.