Un libro llega a las manos del lector a través de múltiples caminos. Unas veces es por el comentario de un amigo, de una crítica acertada en prensa; otras, te impacta la portada de la novela, una sinopsis atrayente… En mi caso, prefiero descubrir, perderme entre los pasillos de las librerías y buscar, a ser posible, por los estantes más escondidos, donde sueles encontrar obras de las que se habla poco, se escribe menos, y la lectura que he descubierto, se convierte en una doble aventura.
En el caso de “Aunque seamos malditas” conocí a su autora en la fiesta que la revista “Qué leer” organiza cada año. Eugenia Rico, vestida de negro, y con mirada dispersa, bajó de su nube, me miró fijamente a los ojos y dijo: Te conozco.
Nunca nos habíamos visto ni había leído su obra pero, tras unos segundos, le respondí completamente segura : Sí, yo también te conozco.
Y no mentí.
Busqué su novela y, no me lancé como hago siempre a la lectura, esperé.
—Si existen las brujas tendrán que existir las hadas.
—¿Acaso no son lo mismo?
Estas primeras frases fueron la causa de que postergara la lectura para las vacaciones. Me esperaban unos días en Escocia, y pensé que aquellas verdes colinas salpicadas por castillos, su constante y nostálgica lluvia, y las leyendas de duendes y magia que reinan en ese país, serían el escenario ideal para adentrarme en una novela que intuía especial, como su autora.
Ainur, la protagonista, es víctima de acoso sexual laboral. A pesar de ganar el juicio, es perseguida, recibe anónimos con insultos, amenazas de muerte y opta por huir. Se refugia en un pequeño pueblo de Asturias, situado en un precipicio y envuelto por la niebla.
La vida de Ainur se cruza con la de personajes misteriosos: El Farero que vive en un faro que no alumbra y lee diarios atrasados, el Señor Oscuro, misionero renegado, Consuelo, Casandra, y con un perro negro llamado Satán.
Redescubre a Selene, comadrona que vivió en el siglo XVI, tachada de maldita y quemada en la hoguera por mujer sabia, por bruja. Ainur rebusca en archivos, investiga su historia, llegando el momento en que se encuentran en el fuego, y sus miradas se cruzan a través del río turbulento que llamamos Tiempo.
“Aunque seamos malditas” es una novela original. Combina diferentes géneros, diversos narradores, utiliza recortes de prensa y tesis doctorales falsas, formando un crisol totalmente creíble. Llaman la atención páginas que, con tan solo tres líneas, consiguen atrapar pensamientos universales.
“Escribo para el mismo ser al que escriben los enamorados cuando escriben sus nombres en la arena de la playa.
Solo que quizá yo escriba en la arena de un desierto.
Y ese desierto es el de mi vida.”
Es de las pocas novelas que he leído despacio, saboreando cada página, cada línea. Sentía que en caso contrarío, cometía un delito.
He comunicado con los pensamientos de Ainur, de Selene, pensamientos que pueden ser míos, que pueden ser tuyos, y de cualquier lector que, alguna vez en su vida y aún siendo inocente, pueda haber sido marcado por el fuego de la intransigencia, que se haya sentido culpable, maldito y haya sentido el deseo de huir, de difuminarse en la niebla.
Eugenia, ha sido un placer.
Y sí, yo también te conozco.
Te conocí en el fuego, donde están escritas todas las historias.
Griselda Martín Carpena
18-9-2011
(Publicado en CataCultural Opina)
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