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lunes, 14 de enero de 2013

EL TIEMPO QUE NOS UNE


EL TIEMPO QUE NOS UNE




Autor: Alejandro Palomas
Editorial: Suma de letras
Primera edición: octubre 2011
Páginas: 576
ISBN: 9788483652527



            Tras El tiempo del corazón, el secreto de los Hofman y El alma del mundo, Alejandro Palomas nos emociona, divierte, sorprende y, sobre todo, utilizando de manera subliminal sus armas de buen escritor, consigue hacer despertar en el lector esos sentimientos que la rutina de la vida o la dignidad mal planteada nos lleva a adormecer.

            “El tiempo que nos une” es un viaje que parte de Menorca, y que desde la isla del Aire nos desplaza a Barcelona, Madrid y a Copenhague, ciudad que tras leer esta novela, y gracias a Mencía, siempre imaginaré con casas sin cortinas en las ventanas y con una Sirenita que ha perdido puntos frente a Úrsula.

            Novela de vida y también de acción, pero una acción que no consiste en la búsqueda de tesoros perdidos o elixires de la inmortalidad, a pesar de que Laura Croft es un personaje de la trama. La acción en este libro se basa en la esencia de la vida, del amor y del desamor, de búsquedas y encuentros. También, ¿cómo no?, de pérdidas.

            Cuatro generaciones de mujeres son la voz de esta historia, narrando cada una de ellas los diferentes capítulos. Sin hacer ningún tipo de alusión, el lector sabe si habla Lía o Flavia, Bea o Inés y, por descontado, Mencía, el timón de este barco, el alma del libro. Se entrelazan sus historias, sus sentimientos, sus problemas y alegrías. Cada narradora es singular, con caracteres y deseos diferentes. Pasan por momentos vitales. Unas veces huyen para encontrarse. En otras, volverán para desaparecer.




            Alejandro Palomas tiene un estilo propio, envolvente, maestro en el uso  de los diálogos y que nos cautiva con las narraciones, en donde la cadencia poética nos demuestra, una vez más, que la lírica bien utilizada engrandece la novela. He aquí un ejemplo:

            “Vuelve el silencio, un silencio opaco que interrumpe sólo el clic clac de las teclas del portátil contra este amanecer de otoño que se cuela por las ventanas. Y el mar, este mar que se extiende hasta el infinito desde la ventana del dormitorio de mamá, como una alfombra de lana gruesa y azul.”

            “No están sus pasitos cortos y arrastrados por el parqué, ni su bastón apoyado en cualquier parte, ni ese olor a piel gastada persiguiéndome por la casa. Mamá no está y yo sí. Curioso: ahora que se ha ido, vivo desde su no estar, enmarcada en su ausencia, perdiéndome en mi no saber estar. Vago por la casa como una sonámbula, creo que feliz, creo que ligera. Vacía, aunque vacía de ella. Hasta que vuelva.”

            Mencía de 93 años es el centro de la historia. Terror de los taxistas y médicos, lanza artillería pesada con sus palabras. Sus verdades, soltadas sin filtrar y sus estratagemas pérfidas provocan mareas de dudas en sus hijas, nietas y en las parejas de todas ellas. A Mencía la adoras o huyes de su lado, para poder sobrevivir. Flavia, su hija, la compara con un gran árbol:

            “Es como uno de esos árboles inmensos de raíces enormes que sólo dejan crecer a su alrededor lo que vive del agua que ellos no aprovechan, pero que dan una sombra tan acogedora que es difícil no sentirte bien a su lado.”


            Y por ello, vuelven, todas vuelven junto al árbol, porque Mencía es también como Menorca, pequeña, rocosa y llena de rincones. Mencía es la sólida casa de todas las mujeres de esta historia.




            Sobre todo no hay que dejarse engañar por la aparente placidez de esta novela. “El tiempo que nos une” no sólo tiene la consistencia de una nube algodonosa, no es sólo un camino de peladillas de colores, es un volcán construido con palabras, un volcán que parece dormido, y aquí nos engaña el autor. Con cada párrafo te abrasa la lava y sueñas, sufres, lloras con sus mujeres, con las que siguen, con las que marchan. También ríes y desearías conocer a esa abuela que vestida con leotardos negros sujetos con una goma naranja, se desprende de su visón raído y es capaz de disfrazarse de Laura Croft para que sonría el pequeño Tristán.

            
            Confieso que has vivido, Mencía.
            Lo escribiré en la arena de una cala de Menorca.
            Te lo prometo.




GRISELDA MARTÍN CARPENA
10-1-2013
           

           
           

           

           

           



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