Autora: Ruth Ozeki
Traductora: Mireia
Carol Gres
Editorial: Planeta
1ª edición en
colección Booket: mayo de 2014
510 páginas
Ilustración: Gaku
Nakagawa
ISBN:
978-84-08-12734-5
Escritora, directora de cine y ordenada
monja budista en 2010, Ruth Ozeki
es conocida tanto por su trabajo en publicidad y en el cine independiente como
por su obra narrativa. A lo largo de su carrera ha recibido premios como el Kiriyama o el American Book Award. Además de “El efecto del aleteo de una
mariposa en Japón”, es autora de “My Year of Meats y All over Creator” (traducción, por favor…)
Hija de padre
norteamericano y madre japonesa, creció en Connecticut, EE.UU. Actualmente vive
entre Nueva York y una pequeña isla de Vancouver, la Columbia Británica, exactamente
como una de las protagonistas de la novela y que también se llama Ruth Ozeki.
La Ruth Ozeki de la
ficción es una profesora universitaria de literatura que vive en Vancouver con
su marido, un entusiasta biólogo que se recupera en la isla de una enfermedad.
Paseando una tarde por la playa, a la escritora le atrae un pequeño destello
solar reflejado en una enorme maraña de algas que el mar ha arrojado sobre la
arena. Casi pasa de largo, confundiéndolo con el brillo de una medusa agonizante,
pero se detiene, aparta las algas y descubre una bolsa de congelados con
percebes incrustados. Duda, pero al final se la lleva a casa. En su interior
encuentra una fiambrera de Hello Kitty, el diario de la joven Naoko Yasutani,
unas cartas escritas en francés y un reloj antiguo.
En capítulos donde se
alternan las historias de las dos protagonistas, el lector se va adentrando en
los recovecos de las vidas de Nao y de Ruth, dos mundos separados aparentemente
por el tiempo y la distancia. El hilo narrativo de la joven Nao se desarrolla a
través del diario que va escribiendo desde su presente, un diario reciclado a
partir de las hojas arrancadas de un libro de Marcel Proust, “ À la recherche
du temps perdu”.
“¿Tienes un gato y está sentado
en tu regazo? ¿Huele su frente a cedros y a aire dulce y fresco?, pregunta Nao
a ese posible lector, a ese ser-tiempo, que vive en el tiempo, es decir, tú, y
yo, y todos los que existimos, o han existido, o existirán.”
La adolescente habla en el
diario de su vida, de sus problemas y también de su familia, en la que tiene un
papel fundamental la vieja Jiko, de ciento cuatro años, monja budista,
feminista y anarquista, personaje entrañable que vive en un templo abandonado
de Sendai.
En los capítulos centrados
en Ruth se utiliza un narrador omnisciente con focalización interna. La
escritora contagia a Oliver, su marido, con la
obsesión de saber el destino de la joven. ¿Habrá materializado sus
ideaciones suicidas o será una filóloga francesa residente en Nueva York? ¿Tal
vez el tsunami de Japón acabó con sus penas y sus sueños?
Lectura inquietante, a
momentos muy cruda y también divertida, en la que se puede experimentar una
sensación que pocos escritores son capaces de conseguir: afirmo que he vivido
dentro de las páginas de esta novela, en Tokio, en Vancouver, practicando zen
con Jiko, rompiendo olas con Nao, buscando desesperadamente el gato de Oliver,
junto a Ruth he traducido las palabras de su diario...
Hay libros imposibles,
otros pueden estar bien escritos, te distraen, pero hay algunos que te dejan en
estado de flotación. Este es uno. Quise dilatar el tiempo para no acabar con la
lectura, pero llegué al desenlace, un desenlace que se plantea muy difícil,
pero Ozeki, utilizando el zazen, pienso que lo borda e introduce en la novela la
magia de lo invisible. Como un ser-tiempo, acompañada en sus “sueños” por un
cuervo japonés, tal vez modifique “los momentos”. Es un final abierto, en el
que cada lector podrá seguir escribiendo las páginas de su propio diario y del
diario de Nao.
“Dicho esto, quiero decirte también que, si alguna vez cambias de
opinión y decides que te gustaría que te encontraran, te estaré esperando.
Porque me encantaría conocerte en alguna ocasión. También tu eres mi tipo de
ser-tiempo.
Tuya,
Ruth
P.D.: En efecto, tengo un
gato, y está sentado en mi regazo, y su frente huele a cedros y a aire dulce y
fresco. ¿Cómo lo supiste?”
GRISELDA MARTIN CARPENA
20-09-2014
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