El domingo se presenta vestido de gris y lluvia,
como antesala del largo invierno,
del frío, el recogimiento.
El verano se esconde en unas fotografías
guardadas en el ordenador,
en los pliegues de la ropa
que volverá a dormitar en los altillos,
en el sabor de los helados de chocolate.
Recuerdos fragmentados de unas vacaciones.
Llueve tras los cristales.
Y se filtra el aroma de las últimas flores del agosto.
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