Brenda H. Lewis
Editorial: Espasa
289 páginas
2012
978-84-670-0703-9
Me ofrecieron leer la novela. Pregunté sobre qué iba y al responderme: Chick lit, hice una mueca.
De este género romántico, para mujeres, que se define como post feminista suelo huir como de las abejas.
Las pastorcillas y damiselas del pasado se han convertido en jóvenes independientes, en apariencia, que subidas a elevados zapatos de diseño suelen caer rendidas ante los brazos de príncipes que se han transformado en hombres poderosos, profesionales de éxito, guapos y altos.
Casi prefiero leer cuentos de hadas, pues al menos Bella pasa de su hormonado pretendiente y aunque se enamore, lo hace sin ser el fin ansiado de su vida. Además, se enamora de la Bestia. Mejor aún Pocahontas que antepone sus orígenes y su tierra ante el simplón de John Smith, al menos en el cuento. Muy diferente fue en la vida real.
Intrigada por su enigmática autora y por la insistencia de un amigo, me compré a hurtadillas la novela. Tengo que decir que nuevamente me equivoqué en mis juicios premeditados. La novela me ha encantado, me he reído como una posesa y si “Nunca volveremos a ser las mismas” se considera Chick lit, es una buena novela de este género.
Poseída por el espíritu de Maica, la protagonista, insisto: no me gusta etiquetar como novela de género a los textos cuyos personajes son mujeres. ¿Acaso Paul Auster se encuentra en el género Dick-Lit porque su narrador sea un hombre y sus personajes, casi siempre escritores, sean también de sexo masculino?
Con una prosa ágil, alegre y atractiva, Brenda H. Lewis nos invita a pasear por la vida de Maica Solís, mujer contemporánea, que lejos de vivir en chalets adosados, espiar asesinatos de sus vecinos o casarse con multimillonarios ciegos a lo “Mujeres desesperadas”, pasa sus días en una ciudad como Barcelona, persigue a su hija adolescente, huye de su madre y de su detestable tía y se confiesa a sus amigas, como hacemos el 90% de las mujeres de este mundo llamado civilizado.
Rossi, la mística, estandarte de la New Age, es su mejor amiga. Insiste en darle consejos para mitigar su mal humor, pero Maica sabe cual es su problema. Chin-Zsé, su hija, está en plena adolescencia y, como tal, reivindica su espacio. Se coloca pearcings, se tatúa, se siente enamorar y Maica sufre, adelantándose a las penurias de su niña, queriendo evitar lo inevitable.
Aprovechando que la chinita está de colonias, Concha, su secretaria, le organiza unas vacaciones en Francia para descansar, y acompañada de su madre y de Rossi vivirán experiencias que serán totalmente opuestas a lo previsto.
Aparece un hombre, Jean Claude, experto en el manejo del “delfín”. Llegado a este punto, sufrí a estilo Maica, pero como posible lectora traicionada.
¿A qué me estropea el final?
Nuevamente me equivoqué y Brenda sabe manejar el desenlace sin llegar al destino de las pastorcillas o al de la tonta de la Bella Durmiente que solo despierta cuando la besa un príncipe.
Maica tiene despertador… y Twitter.
GRISELDA MARTIN CARPENA
9 de julio de 2012
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