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viernes, 17 de agosto de 2012

NUNCA VOLVEREMOS A SER LAS MISMAS






Brenda H. Lewis
Editorial: Espasa
289 páginas
2012
978-84-670-0703-9


Me ofrecieron leer la novela. Pregunté sobre qué iba y al responderme: Chick lit, hice una mueca.
De este género romántico, para mujeres, que se define como post feminista suelo huir como de las abejas. 
Las pastorcillas y damiselas del pasado se han convertido en jóvenes independientes, en apariencia, que subidas a elevados zapatos de diseño suelen caer rendidas ante los brazos de príncipes que se han transformado en hombres poderosos, profesionales de éxito, guapos y altos. 
Casi prefiero leer cuentos de hadas, pues al menos Bella pasa de su hormonado pretendiente y aunque se enamore, lo hace sin ser el fin ansiado de su vida. Además, se enamora de la Bestia. Mejor aún Pocahontas que antepone sus orígenes y su tierra ante el simplón de John Smith, al menos en el cuento. Muy diferente fue en la vida real.

Intrigada por su enigmática autora y por la insistencia de un amigo, me compré a hurtadillas la novela. Tengo que decir que nuevamente me equivoqué en mis juicios premeditados. La novela me ha encantado, me he reído como una posesa y si “Nunca volveremos a ser las mismas” se considera Chick lit, es una buena novela de este género. 
Poseída por el espíritu de Maica, la protagonista, insisto: no me gusta etiquetar como novela de género a los textos cuyos personajes son mujeres. ¿Acaso Paul Auster se encuentra en el género Dick-Lit porque su narrador sea un hombre y sus personajes, casi siempre escritores, sean también de sexo masculino?

Con una prosa ágil, alegre y atractiva, Brenda H. Lewis nos invita a pasear por la vida de Maica Solís, mujer contemporánea, que lejos de vivir en chalets adosados, espiar asesinatos de sus vecinos o casarse con multimillonarios ciegos a lo “Mujeres desesperadas”, pasa sus días en una ciudad como Barcelona, persigue a su hija adolescente, huye de su madre y de su detestable tía y se confiesa a sus amigas, como hacemos el 90% de las mujeres de este mundo llamado civilizado.



        Maica, separada de un piloto que busca la eterna juventud persiguiendo  azafatas holandesas, se entrega a su trabajo, a su hija y a vivir. Es políticamente incorrecta, impulsiva, impaciente, fantasiosa y tozuda, muy tozuda. ¿Neurótica? Pues como todo ser humano que se levanta cada mañana. La neurosis no deja de ser cuestión de cantidad y no de cualidad.
Rossi, la mística, estandarte de la New Age, es su mejor amiga. Insiste en darle consejos para mitigar su mal humor, pero Maica sabe cual es su problema. Chin-Zsé, su hija, está en plena adolescencia y, como tal, reivindica su espacio. Se coloca pearcings, se tatúa, se siente enamorar y Maica sufre, adelantándose a las penurias de su niña, queriendo evitar lo inevitable.
Aprovechando que la chinita está de colonias, Concha, su secretaria, le organiza unas vacaciones en Francia para descansar, y acompañada de su madre y de Rossi vivirán experiencias que serán totalmente opuestas a lo previsto.
Aparece un hombre, Jean Claude, experto en el manejo del “delfín”. Llegado a este punto, sufrí a estilo Maica, pero como posible lectora traicionada. 

¿A qué me estropea el final?

Nuevamente me equivoqué y Brenda sabe manejar el desenlace sin llegar al destino de las pastorcillas o al de la tonta de la Bella Durmiente que solo despierta cuando la besa un príncipe. 
Maica tiene despertador… y Twitter.



GRISELDA MARTIN CARPENA
9 de julio de 2012 






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