Atrás dejó los recovecos, las sendas escondidas donde en la sombra de los árboles crecían los misterios, donde las fragancias de frutos extraños la envolvían en una nube de placer, donde el tal vez era la meta que la estimulaba a seguir.
Camina. Un paso detrás de otro. Apartando los pensamientos, acallando unas dudas que duelen, anestesiando los sentidos que casi no tiene.
Seguiría así, convertida en un ser amorfo, el tiempo eterno que se encierra en su vida, en las vidas, escaso y frágil como el vuelo de una mariposa. Si supiera de esa levedad, le sería más fácil, pero no lo sabe.
El camino decide por ella, se bifurca y le muestra una tercera vía, el abismo.
Sentada en el suelo, no hace nada.
Eleva la mirada, observa las nubes.
Espera.
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